Los ingenieros llevan más de una década apostando por el biomímesis (el proceso de tomar las cualidades de los organismos vivos y emplearlos en el diseño) para encontrar soluciones a problemas complejos. Después de todo ¡Quién mejor que la naturaleza! y sus 3.400 millones de años de constante prueba y acierto, para encontrar soluciones imaginativas para casi todo de la mano de su principal herramienta: la selección natural.
Así que si buscamos máquinas precisas que nos den información - por ejemplo - de las condiciones climáticas en los densos bosques pluviales del trópico, donde avanzar un metro a golpe de machete resulta agotador y donde solo los mosquitos parecen estar agusto ¿por qué no hacer que esa máquina parezca y se mueva como un mosquito? Dicho y hecho, los drones que están por venir os van a dejar patidifusos.
Llevo fascinado por la biomímesis varios años, tal vez desde que descubrí que los nipones se inspiraron en el pico del martín pescador para solucionar un problema con el tren bala, y ahora por fin, nuestros artilugios "de imitación" pueden volar.
De aquí a unos años la tecnología hará prácticamente indistinguible un insecto real de uno artificial, lo cual por cierto da bastante canguelo si la tecnología cae en las manos equivocadas, pero no dejemos "volar" la imaginación.
Uno de los grandes problemas a los que deben enfrentarse los constructores de estos minúsculos drones es a permitirles volar en condiciones de escasa maniobrabilidad (espacios reducidos) o cuando el viento es muy fuerte. Para encontrar soluciones, 14 distinguidos investigadores han presentado su trabajo en una edición especial de la revista IOP Science titulada Bioinspiration & Biomimetics.
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